Encontré muchas sillas durante el verano. Pensando en qué hacer con ellas, decidí colocarlas como si fueran los asientos de un espectáculo y quedé conmigo mismo al día siguiente en ese lugar a una hora determinada. Al día siguiente, llegué al lugar puntual y esperé a que alguien apareciese en la reunión. Evidentemente, como no se lo dije a nadie, estuve esperando hasta que me aburrí. Cuando esto sucedió, la reunión acabó e hice una torre con todas las sillas para marcar el lugar, una especie de monumento a la espera, y me fui.